BALNEARIO DE PONTE CALDELAS: LAS CENIZAS PARA EL MARIDAJE

|

Las leyes: Íntimamente pegadas al papel, al acto de leerlas y explicarlas en voz alta. La leyes y sus distintas explicaciones, tantas... como personas con ganas de entenderlas. Y también los dichosos casos particulares. La flexibilidad... el urbanismo, y la flexibilidad de nuevo.

En Ponte Caldelas se podrá construir un nuevo balneario, o no (la legislación está indecisa). En eso anda el alcalde, interpretando puntos y comas. Triste cuando le dicen que jamás. Y viendo una luz al final del túnel cuando hay cambios en la Xunta.

Pero el caso es que en Ponte Caldelas ya había un balneario. Construido en 1900 lo devoraron las llamas al borde de los años 20. Sobre los restos se levantó un restaurante con la misma estructura exterior que dio vida al lugar hasta el año pasado, cuando las máquinas excavadoras acabaron con la histórica construcción: magnífica, sólida, en pie a base de materiales nobles como los sillares de piedra labrada, y el artesonado en madera. Este meritorio edificio ligado a la intrahistoria de Ponte Caldelas y que en otro tiempo le dio fama e impulsó su economía, se arrasó para levantar un proyecto de nuevo balneario de diseño zen, al margen de la estética de los venerables balnearios gallegos.

Es evidente que los tiempos cambian. Pero el pasado, siempre presente en el imaginario, se merece al menos el reciclaje, la última y honorable oportunidad que convertía hace años a los templos paganos, en basílicas romanas.

Aquí en Ponte Caldelas, apenas hay cenizas para reciclar. En un libro promocional de 1907 denominado "Guía indicador del balneario de Puente Caldelas", se da testimonio de la vida que floreció en la villa con el balneario de 1900, en el que con seis pesetas se disfrutaba de un servicio de lujo: En la primera planta de las instalaciones estaban las salas para gargarismos, irrigaciones nasales, habitaciones con inhaladores de vapor, consultorio médico, duchas, sala de lectura, comedores de primera y segunda categoría, cocina, despensa y sala de billar. En la segunda 28 habitaciones y dos terrazas que daban al río.

En la casa de las máquinas, unos potentes motores de vapor canalizaban las aguas de los manantiales (Las Caldas, Las Ceñas y Coto do Muiño) hacia el edificio.

Atravesando el vapor del agua a 23 grados centígrados, los carruajes y ripets llegaban desde la estación de Pontevedra, con los visitantes aquejados de las viejas enfermedades en blanco y negro, y un periódico grande como una sábana debajo del brazo.

0 Deja tu comentario pinchando aquí: