RESTAURANTE SILABARIO EN TUI

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El jóven Alberto González fue segundo cocinero de Casa Solla, un excelente apunte en su currículum. Desde hace poco más de un año, Alberto está al frente del restaurante que hay en el Hotel Colón de Tui: el Silabario, de menú apegado al recetario tradicional, alejado de excentricidades, pero elaborado con las innovaciones técnicas del S. XXI. Si tuvieramos que hacer notar algo de la mano de Solla en lo que hace el cocinero del Silabario, quizás destacaríamos la impronta de una trabajada sencillez en su forma de hacer las cosas. Y aunque es natural buscar parecidos y comparar, la marcada personalidad de la cocina de Alberto González promete un camino lleno de muchas alegrías con sabor propio.

El pasado 20 de Agosto cenamos en este restaurante de ambiente transparente, limpio, con una cocina a la vista, y una cristalera inmensa que da a los campos de Tui. El trabajo de acondicionamiento del local es excelente, con un salón anexo al comedor donde se puede hacer la sobremesa con tranquilidad y reposado. Para acceder desde la calle se hace por un estrecho pasillo entre la cava-vinoteca que atesora una muy buena selección de vinos. Al ser la entrada tan cerrada y oscura es una sorpresa todo el espacio luminoso con el que nos encontramos después.

La ventaja de que el restaurante tenga web (con el menú actualizado - ¡increible por estas tierras!) es que cuando decimos "buena selección de vinos" todo el mundo lo puede comprobar pinchando aquí.

El menú que seleccionamos fue el de degustación, que tiene un precio de 39 € más iva e incluye pan y agua (existe uno más corto a 28 €). Para beber se puede pedir vino por copas, pero como es lógico no de todas las referencias de la carta. A nosotros nos sirvieron un godello guitián 2006 a 4 € la copa.

El menú empieza con un juego degustación de diversos aceites y sales artesanas: Aceites de Baena, Arbequina, Io (Extremadura) y Gironés. Tres sales, ahumada, al vino y flor de sal. Una delicia acompañada de mantequilla y pan tostado para ir abriendo el apetito y comentar las diferencias de sabores con los acompañantes.

Después se sirvieron los aperitivos y siete platos, todo a buen ritmo y con un servicio atento y amable.

Aperitivos: Gazpacho y vieira con jamón y cebolla caramelizada. Bueno todo. Muy fresco y suave el primero. 1) Atún rojo con rúcula en puré y brotes de soja salteados. El atún cortado en tacos magros, y ligeramente macerado. Un plato en crudo sin adornos. 2) Con el segundo plato empezamos a rendirnos a las propuestas del cocinero. Una vieira asada, con un medallón sabroso y el característico pico rojo del coral adornando el plato. Acompañaba a la vieira una molleja de ternera con textura de puzzle y un fondo sangriento. La salsa del plato de 10: vegetal y con un aceptable toque graso al mismo tiempo. 3) Las sardinas se sirvieron a la brasa y cruzadas con un reguero de virutas de pan de maiz tostado. Excelente: Sardinas con paz de maiz de toda la vida presentado de forma original y con muy buen sabor ambas cosas. Un pimiento del piquillo hecho puré acompañaba a las sardinas en un contraste perfecto de color y sabor. 4) El plato de pescado fue una tajada de mero, con una cigala y su consomé servido en la mesa. Esta fue la parte del menú que más me gustó (dejando a un lado los postres). El mero en un buen punto de cocción con un consomé dulzón de sabor a marisco en donde reposaba el pescado y unos fideos de arroz. 5) De carne nos sirvieron dos chuletillas de cordero poco hechas (aunque hubo un ofrecimiento de pasarlas un poco más) con escamas de sal por encima, acompañadas de mostaza a la antigua y pimientos de Padrón. Muy buena la mostaza con el cordero. Encajaban a la perfección. (En esta ocasión me abalancé con tantas ganas sobre el plato que me olvidé de sacar foto y cuando lo hice, la presentación estaba desmejorada. Debe tenerse en cuenta si se ve el vídeo que pego abajo). 6) El primer postre fue un refresco para aligerar el peso de la cena. Un sorbete de limón, sobre una gelatina caliente de té verde. Deliciosa la sensación sentir el contraste de temperaturas del helado y la gelatina. 7) Y el último postre fue una sorpresa. Sobre un somier de mil hojas y un colchón de crema inglesa, Alberto nos sirvió ocho soletes de O Rosal. Ocho mirabeles almibarados, viciosos y que nos supieron a poco. Un postre excelente lleno de sabores, con una capa crujiente, otra cremosa especiada con tomillo, y la última afrutada y resbaladiza. Una forma de tocarnos el corazoncillo con una fruta del sur de Pontevedra, que llegó a O Rosal allá por los años treinta desde la Selva Negra alemana. En colineta se puede leer un buen artículo sobre los mirabeles. Dejo el enlace para los más curiosos pinchando aquí.

La despedida nos la hizo el anfitrión con una trufa, una teja almendrada y una mini piña colada.

Para el que se anime a probar dejo la indicación del google maps: ver aquí. La web del restaurante para ver más datos y estar al día sobre la carta que ofrece es http://www.restaurantesilabario.com/


http://www.youtube.com/watch?v=HZ6pkT0XvYU

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