RESTAURANTE O CROQUE EN EL MUSEO DEL MAR DE VIGO

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El restaurante O Croque abrió en otoño y me alegré. Por que me gusta este rincón de Vigo y pasear por el edificio del Museo del Mar es una gozada. Si además uno puede sentarse y paladear el paisaje con algún buen plato debajo de la nariz... pues mucho mejor.

Sobre esta punta marítima de Alcabre se acumulan varias capas de historia y todas están relacionadas con el mar. Cuando se remodelaron las antiguas naves que estaban en la zona para levantar el museo (los edificios habían sido una vieja fábrica de conservas a finales del S. XIX), se descubrió un castro (que está a la vista), y en un estrato arqueológico anterior: 2000 restos de ánforas fenicias y un altar, lo que me lleva a soñar con un poco de historia novelada, en la que marinos cartagineses cambian las "latas" de conservas del momento (el pescado en salmuera de las ánforas) por los metales que se apañaban en buscar los habitantes de los castros.

Pero el museo tiene otras sorpresas, y aunque muchos añoramos grandes exposiciones como la que lo puso en marcha en el 2002 dedicada a la batalla de Rande, darse un paseo por su colección permanente y el gran trabajo arquitectónico lleno de luz y mar de Aldo Rossi/Portela merece la pena.

Y ahora mucho más. Por que como decía, desde octubre del año pasado, el restaurante del museo está en marcha y en muy buenas manos. Celia Cabrera formada en la Escuela de Hostelería de Santiago, después de trabajar durante cinco años para el grupo Paradís, volvió a Galicia y se enamoró del lugar tanto tanto, que se comprometió a levantar un negocio de hostelería donde no había nada, rodeándolo de diversas actividades de degustación y educativas (cursos para niños, catas de vinos, cervezas, aceites...) que hacen de O Croque un punto de encuentro gastronómico muy prometedor. Sin tener el añito cumplido se notan buenas maneras.

Aprovechando que en la primera semana de julio ofrecían el menú degustación "San Pedro pescador", me pasé a probarlo el día 4. Además como hacía un día de playa estupendo, me llevé una toalla para tumbarme a hacer la digestión en la playa de O Cocho que relame al museo por uno de sus lados.

El menú empezó con un tataki de atún sobre cebolla morada confitada. El dado de atún estaba perfecto, presentado con estambres de flor, cocinado con un golpe de fuego y rebozado en pimienta, lo que contrastaba con el sabor dulce de la cebolla confitada. El sabor de la pimienta se azuzó por la acidez matizada del albariño de las bodegas Fillaboa, y llegó hasta el segundo plato, una crema de erizos de mar y langostinos. Esta se sirvió caliente y nada más servirlo me inundó con un fuerte olor a vísceras de marisco, y con esto me refiero (que nadie piense mal) a la parte más exquisita de los crustáceos, la comestible y llena de corales. La espesura de la crema la daba un huevo y el paladar se deleitó encontrándose los tropezones de los langostinos entre el líquido sabroso. El olor de este plato fue el que me acompañó toda la tarde.

A continuación de estos entrantes me sirvieron dos platos frescos y veraniegos. Muy apropiados para el buen tiempo. El primero un ravioli frito de centollo y mango al coco. Estupendo, lo mejor, crujiente con un agradable olor a coco, y lleno de huevas de marisco anaranjadas y mango en dados calientes. Y el segundo unas conchas de verduras con croques (berberechos) deliciosas, regadas con un aceite exquisito que le daba el toque justo de grasa a la pasta y a las verduras: calabacín, pimiento y zanahoria. Los croques en su punto, deshaciéndose en la boca como mantequilla y guardándose el sabor a mar.

El plato fuerte del menú fue la suprema de (san) martiño con patata confitada y escabeche de fabes y boletus. Este pescado que fue durante mucho tiempo un extraño en las cartas de los restaurantes al ser muy espinoso y sufrir mucha merma al prepararlo, hoy es bastante frecuente y apreciado. Se conoce en el sur como gallo de san pedro, y en el norte cambia de santo. Es un pescado que excita la imaginación de los cocineros pero quizás sea el enharinado y la sartén el mejor final que se le pueda dar. Así lo sirvieron en O Croque coronado con las huevas fritas y con una base de fabes, setas, cebolla y zanahoria en vinagre. La carne del pescado estaba suave con un rebozado crujiente y aromatizado con néboda.

El postre perfecto. Nunca podré quejarme de un postre que lleve chocolate. Los recuerdos de la infancia me pueden. En este caso la cocinera le deja el protagonismo a uno de sus ayudantes que le pone nombre al plato: Las texturas de Beni: Bizcochos de chocolate con plátano licuado dentro, acompañados de cubos cítricos de gelatina. Con unas hojas de menta y nata.

Muy buena experiencia que recomiendo para este verano (bueno... y sensacional para cenas románticas!). Un restaurante joven con una cocina que empieza a dispararse y que promete mucho, además de tener un servicio en sala atento y profesional de los que escasean. El precio de este menú degustación estaba en 35 €. Incluía agua (no cerveza o vino) y café (con gotas del marqués).

Los menús degustación salen en fechas señaladas (hay que estar atentos a la web del restaurante http://www.apiques.com/) El menú del día está a 12,50, puede verse aquí. Teléfono 986247693. En el google maps pinchando aquí.


http://www.youtube.com/watch?v=N_LxIvm-cb8

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