EL LABERINTO DE MOGOR EN MARÍN

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http://www.youtube.com/watch?v=G8ylZPwMvqo

Es un misterio más del arte gallego en piedra. A escasos metros por encima de la playa que le da nombre, se encuentra grabado en el granito de una ladera, uno de los petroglifos más reproducidos y analizados de toda Galicia y en un estado de conservación óptimo: El llamado "Laberinto de Mogor". En las cercanías decenas de grabados rupestres se nos muestran esparcidos sobre las rocas de "A Pedra dos Mouros" y "A Pedra dos Campiños" (esta última también con un laberinto, pero más pequeño y peor conservado que el principal y más conocido).

Hay quien afirma que los otros muchos petroglifos gallegos de espirales o círculos concéntricos, sirvieron como esquemas de aprendizaje para llegar al modelo clásico de Mogor (del que en Galicia hay conocidos otros cuatro iguales), o que quizás, este dibujo laberíntico llegó hasta nuestras tierras como fruto del contacto con áreas geográficas muy distantes, a través de las rutas comerciales marítimas de fenicios y griegos.

Los laberintos de Mogor tienen gran semejanza con otros similares encontrados en Irlanda o Gran Bretaña, por lo que no falta quien propone que todos provienen de un mismo pueblo mediterráneo y navegante, que en aquellas tierras que colonizaba dejaba su huella o una marca de territorio, rindiendo un homenaje al héroe mitológico Teseo, que dio muerte al minotauro dentro de el laberinto de Knossos.

Cómo otras muchas figuras en piedra de hace 4.000 años, los laberintos convierten al paisaje en un espacio de que nos conecta con el pasado. Son puertas abiertas como lo eran hace miles de años a perdidas cosmologías, o quizás a rituales comunitarios de aprendizaje.

Si se busca la salida no se entiende el laberinto. Hay cosas que necesitan caminarse para entenderlas. En sí mismo el laberinto es un símbolo de aprendizaje y conocimiento de uno mismo. Como mapa de una geografía estelar nos sitúa en Marín y podremos aprovechar el viaje para verlo y bañarnos en las estupendas playas que lo rozan. Como mapa de nosotros mismos nos sitúa en un juego de la oca con puentes, trampas, y atravesado por un hilo de Ariadna tejido por manos amigas, en compañía y solidariamente, como no podía ser de otra manera.

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