ALBARIÑO SUMERGIDO DEL ENÓLOGO RAÚL PÉREZ

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http://www.youtube.com/watch?v=uu6Qfp32lZc

Los sistemas y rutinas de trabajo nos roban la frescura. Raúl Pérez es un gran enólogo, muy de moda por poner a los tintos gallegos (bodegas Guímaro, Algueira, Quinta da Muradella y Forjas del Salnés) en la lista Parker (ver 2008 /2009).

Pero al margen de ese encumbramiento otorgado por las puntuaciones mediáticas y de que nos den ganas o no de ir corriendo a probar vinos de 95 puntos para arriba, podemos sacar de Raúl Pérez más coaching que de las charlas de los futbolistas retirados.

Decía al principio que la rutina acaba enterrando la curiosidad. También consigue que olvidemos las respuestas a las primeras preguntas que alguna vez nos hicimos. Con el tiempo pensamos que no existen las viejas raices que nos dan la toma tierra, y lo que es peor: dejamos de hacernos preguntas. Los por qués son un abridor de mentes natural. Los niños los usan a cada momento. Después de tres por qués es muy probable que un niño nos desmonte y no sepamos qué decirle.

Raúl Pérez a los 19 años no probaba el vino y al día siguiente se hizo cargo de la bodega familiar. Quizás esta salida tan desde atrás en la pole position de la enología es lo que lo ha convertido en uno de los grandes. Sin inhibidores que lo paren: prueba, se equivoca, y optiene resultados utilizando la sencillez a la hora de trabajar. Y lo que consigue son vinos que por ser verdaderos acaban siendo buenos.

Además nos lleva por caminos nuevos que solo hace falta empezar a recorrerlos para entender que son toda una experiencia.

Si eres enólogo, estás de baja por estrés y te pones a hacer un albariño en un garaje, es por que te gusta demasiado tu trabajo. Y te divierte. Luego si cojes 600 botellas de ese Albariño, las metes en una jaula debajo del mar, te peleas con los pulpos para que no las descorchen, y tienes que calzarte un traje de buzo para sacar unas cuantas cubiertas de lapas y mejillones, es que te mereces un papel en 20.000 leguas de viaje submarino.

Da gusto sumergirse en tanta imaginación y sacar un buen vino del fondo del mar. Una lección para sacarnos de lo trillado. Una aventura que se podría exportar desde las Rías Baixas.

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