Javier Olleros es de esas personas con las que congenias enseguida. De buen trato, cercano y de una vitalidad contagiosa, me lo encontré plantado en mi mesa contándome cómo durante mucho tiempo y sin saberlo ni él mismo (que lo de ser cocinero no lo tenía muy claro aunque lo llevase en los genes), fue juntando las piezas para crear su propia idea de restaurante.
Culler de Pau con apenas un año abierto, se ha ganado la veteranía por la naturalidad de su cocina. Es sobre todo transparente. Su arranque en el 2009 tuvo un empujón de publicidad en internet de la mano de Manuel Gago con este magnífico post, y durante unos días llamó la atención por tener a dos cocineros japoneses en los fogones.
Pero la cocina del Culler no es exótica. Es muy próxima y apegada a O Grove. En contacto directo con los proveedores locales, de las fincas cercanas y de la Ría de Arousa, a donde se dirigen las maravillosas vistas del comedor elevado y totalmente acristalado.
El día que probé de Culler de Pau estaba lluvioso (esto fue en diciembre del año pasado), pero lo que pasaba en el mar y los cambios de luz en el paisaje, hicieron más agradable todavía el menú degustación que nos sirvieron.
Empezamos con tres minibocados a modo de aperitivo: empanada de mejillones, shiitake con marisco (perfecta de sabor la seta, tostado y crujiente el marisco) y chorizo con calabaza, un bocado templado y endulzado por la hortaliza.
El primer entrante fue Centollo frío con manzana. Un plato fresco al que el día no acompañaba mucho, pero lleno de sabor, regado con aceite de oliva y espumoso de tomate. El segundo fueron unos berberechos al vapor con un salsa ligeramente picante.
La base del primer plato fue un clásico: Un vieira marcada. Servida en este caso sobre el sabor intenso de una salsa de cebolla tostada, y con una finísima capa de tocino cubriendo la vieira como una sábana.
Las setas forman parte de "Otoño en Reboredo". Setas y puré de castañas sobre una gelatina de caldo ahumada: trompetas y rebozuelos sobre láminas de champiñón.
Excelente presentación la de las albóndigas de centollo. Cuatro albóndigas hechas con tiras de carne de centollo, acompañados de verdura y una piedra de maíz sobre un caldo de arroz. Aparte, un crujiente de algas y un vaso con los jugos del centollo. Para mi gusto lo mejor de los platos salados, a pesar de echar en falta un poco más de dureza en la carne de las bolas de marisco.
Las piezas de ibérico, con carrilleras incluidas, fue la parte de carne del menú. Acompañada con nueces, dados de membrillo y trozos de hierba helada.
Los dos postres fueron de campeonato. El primero el Cremoso de requeixo (que no requesón) das Neves, helado de miel, limón, granizado de manzana para estremecerse y unas laminas de mango. Fenomenal mezcla de sabores y texturas en frío. Hermosa presentación.
Pero lo mejor fue el final. Un postre para los libros de la cocina gallega. La Tostada de la abuela, un pedazo de torrija templada empapada de leche que se deshacía fantásticamente en la boca, y que se podía mezclar con la crema de café, el helado de leche y los crujientes de cacao. De vicio. Un saborcillo que aún recuerdo ahora y del que te pide el cuerpo más cuando lo acabas.
Experiencia recomendable a precio inmejorable. En estas fechas (finales del 2009) este menú estaba a 41 € (iva incluido pero sin bebida, pan, ni café). Muy cerca de S. Vicente do Mar y de unas magníficas playas para darse unos chapuzones.
Web: http://www.cullerdepau.com/y localización pinchando aquí.
http://www.youtube.com/watch?v=j-OmcRNmoWY
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